No llamen lujuria a mis sueños.
Si vieran como yo he visto
tu piel cubriendote el cuerpo,
la curva de tus caderas
y las cumbres de tus senos,
la tersura de tu cuello
como invitación al beso,
y esa fescura que ofreces
en la fruta de tu sexo;
comprenderían la alquimia
que se produce en mi sueño
y gustarían soñarte
los ángeles y los muertos.
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